jueves, 28 de abril de 2011

Samperio y Bazúa en Juguete Barroco

Como presentar un primer número no es algo que se hace todos los días; hemos decidido colocarnos a la altura de las circunstancias. Para ello, presentamos a ustedes un texto del maestro Guillermo Samperio, considerado por muchos el mejor cuentista mexicano de las últimas décadas, y quien nos ha privilegiado con su colaboración. También incluimos un dibujo de su autoría; una faceta poco reconocida del escritor mexicano, pero no por ello mejor lograda. Los invitamos a recorres los trazos y colores de Samperio.

Por otra parte, nos sumamos a la pena por el fallecimiento de la poeta mexicana Norma Bazúa, a quien los aparatos oficiales de cultura no le han rendido los honores que merece. Pero como en Juguete Barroco confiamos en la calidad de los poetas; y no en su fama política, nos atrevemos a publicar un poema de la talentosa escritora mexicana, a manera de reconocimiento. En paz descanse Norma Bazúa.





El árbol de la no sobrevivencia
por: Guillermo Samperio



La falta de dinero y amor crea soledad, en soledad y sin amor ni dinero se atrae la falta de lealtad, ésta lleva a la realización de procacidades, desventuras, salvajadas, excesos, y el conjunto de ello imanta en extremo desolación y tormento. No muy lejos, en una comba del paisaje, se encuentra un árbol; le llaman el árbol de la no sobrevivencia. Hacia allá se dirige el que ha sido imantado todavía por insoportables desolación y tormento. Lanza la cuerda hacia la rama más fuerte, hace con ambos cabos un nudo que aprendió en la marina del terruño.
Acerca la silla que, en rigor, es ya propiedad del árbol y nadie de la comarca recuerda quién fue el que la dejó allí la primera vez, o tal vez los familiares, al descolgarlo, la olvidaron, o de plano no quisieron llevársela debido tal vez al mal agüero. El caso es que la silla ha sido muy útil pues ha prestado servicios inconmensurables a atacados por la desolación y el tormento de los extremos, más la tristeza misma amontonada en sus torsos; el conjunto copioso de ello recae en la persona que sube a la silla por sí misma y diríase que con una iluminación pasmosa. Se coloca la cuerda en el cuello y patea la silla, la cual cae al suelo donde el pasto se ha deshecho.
No vale hablar de las contorsiones de la persona que mueve las piernas como si caminara en el aire por última vez, de cómo se le expande retorcida la lengua ni de cómo se le expatrian los ojos y la manera implacable de morderse los labios, pedazos de los cuales suelen caer sobre la tierra sin pasto. Es mejor no hablar de esto; cualquier podemos imaginarlo.
Desde luego que merecemos decirle que descanse en paz después de tremendo baturrutaque de autoinmolación, de autohecatombe. Ya vendrá la municipalidad a descolgarlo tres o cuatro días más tarde, pues ésta deja el cadáver balanceándose con los aires de esta región para escarmiento estricto de los demás, pero desde que este terruño se llama municipalidad son demasiado pocos los que escarmientan. Hará unos once años que también las mujeres han venido a estrangularse.





El nombre de Samperio es reconocido entre los círculos literarios de Latinoamérica y Europa. Es un autor que no requiere presentación, por la calidad de su obra literaria. Pero su faceta com artista visual es poco conocida. Actualmente, el maestro Samperio prepara un libro donde muchas de sus imágenes podrán ser apreciadas por primera vez. En este primer número, tenemos la fortuna de presentar una de las imágenes mencionadas. La composición y los colores de Samperio son de una sensibilidad artística  privilegiada. Disfruten de ellos.


Animal Flotando
Guillermo Samperio


Guillermo Samperio
Cuentista, novelista, ensayista, antologador y promotor cultural, el maestro Guillermo Samperio (México DF, 1948) es un punto de referencia para el estudio de la narrativa mexicana de entre milenios.Entre las muchas distinciones a las que se ha hecho acreedor, destacan los premios Casa de las Américas 1977, en la rama de cuento por el libro Miedo ambiente, y Nacional de Periodismo Literario al Mejor Libro de Cuentos por Cuaderno Imaginario (Ed. Diana, 1991), y el reconocimiento que, por sus 25 años de escritor, le rindieron en el palacio de Bellas Artes las instituciones educativas y culturales más importantes de México (UNAM, IPN, CONACULTA e INBA).Con más de una veintena de libros publicados, entre los que pertenecen a su obra cuentística sobresalen Gente de la Ciudad (FCE, 1985 y con varias reediciones), Cualquier día sábado, INBA/Editorial Nueva Imagen, 1974/1994, y Cuando el tacto toma la palabra, Cuentos 1974-1994, FCE, 1999. Guillermo Samperio ha sido también Director de Literatura del INBA y Director de Difusión Cultural de la Universidad de las Américas y del IPN, conferencista y maestro de varias universidades nacionales y extranjeras.




Luto por el fallecimiento de Norma Bazúa

El sábado 23 de abril de 2011 falleció la poeta sinaloense Norma Bazúa Fitch, a sus 82 años, en el Hospital de Cardiología de la Ciudad de México, por una complicación cardiorrespiratoria.
     Se llevará a cabo un homenaje póstumo el jueves 28 de abril a las 19 horas en la Terraza del Centro Cultural España, en donde poetas, escritores, editores, amigos y público en general, la despedirán. Los comentarios estarán a cargo de Enrique González Rojo, Porfirio García Trejo, Andrés Cisneros de la Cruz, Ernestina Yépiz, Guadalupe Lizalde, Yolanda Ortega Rizo y Marivilia Carrasco Bazúa (hija de la poeta). Habrá lectura de su poesía.
     En el portal de internet Poesía en Sinaloa (Literatura en Latinoamérica), la maestra Norma Bazúa, ocupa el segundo lugar de los poetas más conocidos de su generación en el estado, sólo después de Jaime Labastida, y actualmente el Instituto Sinaloense de Cultura, prepara una antología con obra escogida de Norma Bazúa, edición que estará a cargo de la también poeta Ernestina Yépiz.
    Ana Norma Bazúa Fitch nació en Los Mochis, Sinaloa, en 1928. En 1976 le otorgaron la Flor Natural de Guasave, y en 1986 fue finalista del Concurso Internacional Carmen Conde, España, y fue merecedora del premio JOMAR. Fue incluida en múltiples antologías, entre ellas, Las divinas mutantes, Diccionario biobibliográfico de escritores de México (1920-1970), 40 Barcos de Guerra y La semilla desnuda (Poesía Viva. 90 poetas, 90 poemas), 2010. El Homenaje Nacional por sus 82 años fue organizado por la Editorial Verso Destierro, Poetas en Construcción, Centro Cultural España, Amanuense, el Encuentro Nacional de Poetas y Narradores Max Rojas, Sapiencia y Metáfora (hoja de poesía). Sobre su obra escribieron poetas ahora ya clásicos de nuestras letras. Carlos Pellicer en 1960 dijo sobre ella: “Norma Bazúa abre su ventana para que escuchemos su voz, dentro y fuera de su casa y sepamos de sus sueños, de su amor, de sus sufrimientos, de su ternura engarzados en el oro más puro de la palabra”.

     Tomado de El Economista,  del día jueves 28 de abril del 2011.




     A manera de homenaje, y con el respeto requerido con motivo de su reciente fallecimeinto, Oficio de letras presenta aquí uno de sus tantos poemas:


Como una manera de ser mar
por: Norma Bazúa

Cuando niña quise ser marinero
pero no había entonces mar navegable para mí
no había mar gobernable

Sólo un escarceo desmedido
con inundación de mis porqués
sobre todos los que me rodeaban

Me aficioné a las caracolas
al brillo de las arenas
igual que las palabras
las supe de oro molido

Tuve que aprender a caminar su aridez litoral
su aridez literal
distinguir sus metales…

En ella hay mar de fondo
reflejándome
me decía
y me sumergía a veces en un elocuente silencio
calma chicha
o en un desbordamiento del decir
hablando hasta por los codos
por los ojos
por las manos
por los pies todo un estruendo que nadie comprendía

Fue cuando empecé a bailar
Como una manera de ser mar pero sin provocar escándalo.

martes, 5 de abril de 2011


En  Oficio de letras  queremos iniciar con el pie derecho. Para ello, hemos diseñado un número que corresponda a la altura de los festejos. Contamos con una colaboración de lujo: un poema del narrador y poeta uruguayo-mexicano, Saúl Ibargoyen. En El escriba otra vez, Ibargoyen nos muestra cómo se construye un poema inconforme, un grito de protesta que no se ampara en el discurso planfetario ni en la rebeldía caprichosa. El escriba otra vez es un manifiesto poético-social de amplias dimensiones.

Para complementar este número, incluimos un artículo sobre Virgilio Piñera; extraordinario narrador y poeta cubano, quien en su patria figura entre los nombres más reconocidos de la literatura; pero que a nivel de América Latina ha permanecido un poco marginado, en espera de reconocimiento. Con este breve artículo y con una pequeña muestra de su obra, pretendemos fabricar un boceto de ese gran personaje de las letras cubanas. Así que le pedimos que se ponga cómodo. Sólo relájese, lea, y disfrute.

El escriba otra vez
Saúl Ibargoyen
Yo soy otra vez el escriba de pie
con un corazón que empieza a herrumbrarse
por decisión de los dioses inalcanzables.
Escribo así y aquí para simplemente tozudamente
respirar en la memoria de algunos otros
pues en este pincel o cálamo o lápiz están
las crónicas las tachaduras los gestos los silencios
las soledades los trazos las dudas los cánticos
de todos los escribas de pie que ya han sido
de todos los que son de los que quizá
resuelvan su intención de nacer.
 
Escribo sólo palabras porque ya no importan
ni éstas ni ningunas palabras pues hubo hay habrá
otros escribas de fáciles grafías
de versos que riman con el verbo poder
con el verbo usura
con el verbo complacencia
con el verbo violación
con el verbo complicidad
con el verbo sí señor
con el verbo cocaína
con el verbo engaño
con el verbo estatua
con el verbo comodidad
con el verbo cobardía
con el verbo mediático
con el verbo mercado
con el verbo corrupción.

Mi pluma viva o estilete o péndola o cincel
aún siente el temblor de los misiles que calcinaron
las entrañas de Kosovo y de Bagdad.
Y la tableta de barro o la hoja de seda o el fino papiro
o el suave pergamino o la fúlgida pantalla o el vulgar papel
quieren expulsar la costrosa sangre de los doscientos mil
prisioneros que ordenó decapitar Qin Shi
y los miles y miles degollados por Pedro el Grande
por el gran Alejandro y por Ricardo Corazón de León:
quieren borrar el sudor de las naciones
que extinguió la ira de Yaveh
y la orina de las niñas disueltas por el napalm
y la saliva de los desaparecidos en las playas del Sur
y el aliento de los poetas enterrados vivos
en los desiertos de Alá
y el hedor de los veinte millones de kilos
de tripas que Ruanda trituró
y el rumor de las nunca enfriadas cenizas de Hiroshima
y el flujo de la indita vulnerada en la milpa
y el excremento de los veinte mil esclavos que Roma
encajó en su cruz
y que no eran hijos de Dios.

Quieren quitar la piel de los negros incendiándose
en los altares del Ku Kux Klan
y el ardor de los pechos que el cuchillo de pura obsidiana partió
y los pulmones endurecidos por el veneno de Treblinka
y las venas cocinadas por una perfecta energía artificial.

Estas meras palabras de un escriba sencillamente no podrán
dar su voz y su hálito a la tantísima humanidad sacrificada
quemada gaseada desmenuzada ahorcada castrada violentada vejada
vaciada quebrantada expoliada fusilada guillotinada burlada
asesinada arrasada enterrada archivada olvidada
en Granada en Tlatelolco en Madrid en Haití en Cincinati en Honduras
en Guernika en Palmares en Santiago de Chile en Moscú en Armenia
en Tenochtitlan en Guatemala en París en Buchenwald en Gaza en Bogotá
en el Río de la Plata en Angol en Chechenia en El Salvador en Libia
en Etiopía en Kabul en Panamá en el Chaco en Atenco en Acteal:
¿sólo ahí? ¿solamente ahí?

Yo el escriba con mi yo me levanto
al costo de este menguado cuerpo y digo
que ya no quiero respirar
adentro de las palabras
porque en cada migaja de cada una de estas tierras
de cada una de estas aguas
hay restos de úteros de novias humilladas
hilachas de pellejo infantil
fragmentos de prepucios y de lenguas
uñas mutiladas y ojos coagulándose
nervios atomizados que el verdugo arrancó.

Y yo el escriba otra vez con sus yoes a cuestas
nada estoy diciendo de las banderas mordidas por la sombra
de las cucharas con su cruda hambruna
de los platos con su sucia sed
de las tortillas corroídas y los panes enfermos
de las cruces marchitas y los templos malolientes
de las monedas virtuales y los cheques vacíos
y las tarjetas de plástico
multiplicándose y pudriéndose.
Porque nada quiero decir:
siempre es difícl hablar como cantando.




Saúl Ibargoyen.
Prolífico escritor, nacido en Montevideo, Uruguay, el 26 de marzo de 1930. Radicado en México desde hace muchos años, le fue concedida la nacionalidad mexicana en septiembre del 2001. Poeta, novelista, cuentista, traductor, periodista cultural, editor, coordinador de talleres de poesía. Ha sido responsable de páginas culturales, codirector de la revista y editorial Aquí Poesía  y de la revista  Programa. Fue presidente de la Asociación de Escritores del Uruguay por dos periodos (1986 a 1989). En  México, fue jefe de redacción y subdirector de la revista Plural (segunda época), entre 1977 y 1994, año éste en que dejó de publicarse. Trabajó con el maestro Edmundo Valadez en la sección cultural del periódico Excelsior. Co-fundador y miembro del consejo editorial de la revista Archipiélago; coordinador editorial de El Entrevero, publicación bimestral destinada a promover vínculos culturales entre México, Uruguay y Sudamérica, y editor, con Sergio Mondragón, Luis Arturo Ramos y Fernando García Núñez, de la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, que se publica desde 1995 por acuerdo entre Ediciones Eón y la Universidad de Texas en El Paso, Texas, EU. Entre los años 1991 a 1998, fue secretario primeramente y luego miembro del jurado en el programa del CNCA de apoyo a las revistas independientes de provincia; asimismo, fue asesor en la edición del Catálogo de revistas de arte y cultura: México (CNCA, México, 1999). Miembro del consejo editorial y colaborador de la revista Entorno (editada por la UACJ); asesor de la revista Tinta Seca, Cuernavaca, Morelos. Fue corrector de estilo y asesor en la edición de los libros de texto del proyecto Educación a Distancia para Adultos (SEP/ILCE). Por su libro El escriba de pie recibió el Premio Nacional de Poesía “Carlos Pellicer” 2002, obra publicada. Obtuvo el primer premio en los XXXIV Juegos Florales de San Juan del Río, 2004, por su libro inédito ¿Palabras? Es autor de decenas de libros, entre los que podemos mencionar El pájaro en el pantano, ed. del autor, Montevideo, 1954. El rostro desnudo, ed. del autor, Montevideo, 1956. El otoño de piedra (Premio Municipal), Deslinde, Montevideo, 1958. Pasión para una sombra, Deslinde, Montevideo, 1959. El libro de la sangre, Deslinde, Montevideo, 1959. Un lugar en la tierra, Deslinde, Montevideo, 1960. Ciudad, Alfa, Montevideo, 1961. Límite, Diálogo, Asunción del Paraguay, 1962. Sem Regresso, Panorámica Poética Luso-Hispánica, Lisboa, 1962. De este mundo (Premio Ministerio de Instrucción Pública), Aquí Poesía, Montevideo, 1963. Los meses, Aquí Poesía, Montevideo, 1964. El amor, Aquí Poesía, Montevideo, 1965. Poema abierto al Presidente Johnson y otros poemas, Comunidad del Sur, Montevideo, 1967. Poema abierto al Presidente Johnson, Pájaro Cascabel, México, 1967. Palabra por palabra (antología), Alfa, Montevideo, 1969. El Rey Ecco Ecco, Aquí Poesía, Montevideo, 1970. Viento del mundo, Aquí Poesía, Montevideo, 1971. Patria perdida, Aquí Poesía, Montevideo, 1973. Poemas de la extranjera, Cruz del Sur, México, 1977. Exilios, El Oso Hormiguero, México, 1978, El escriba de pie; entre otros tantos títulos.







La etérea discreción de Virgilio Piñera



por: Ulises Paniagua

He alquilado una casa frente al Palacio. Desde mi ventana la atisbo como un amante y, en silencio, agradezco la friega que por las noches le da un empleado. ¿Acaso ha elegido, él también, su libertad…?

Virgilio Piñera. La Gran escalera del Palacio Legislativo


Siempre que se habla de literatura cubana de mediados del siglo XX, vienen a nuestra mente nombres de grandes narradores como los de José Lezama Lima o Alejo Carpentier, cuyos méritos literarios se evidenciaron en la creación de novelas de corte barroco, como ParaísoEl siglo de las luces, por citar dos ejemplos cotidianos. La imagen de la literatura cubana de esos años queda, en un inicio, referida a nuestro inconsciente como un búnker erudito; un coctail academicista que impuso cánones y una altísima calidad de obra, que con muchísimo esfuerzo podrá igualar algún escritor posmoderno, que se interne por los laberínticos pasillos de una obra donde el lenguaje se vuelve objeto de culto, gracias a la riqueza  y la precisión del mismo.

Sin embargo, ajena a estos malabares de la palabra, la literatura marginal, la letra con sentido de contracultura, también se manifestó en la isla. Seguramente, como confieso me ocurrió a mí, el nombre de Virgilio Piñera no diga mucho a un lector promedio, que está acostumbrado a acceder a los libros que, de manera oficial, circulan en las librerías, también de corte oficial. Pero la realidad es que Piñera es ampliamente reconocido en su propia patria y en América Latina; y si se me permite la afirmación, considero que forma parte ya de esa extraña literatura de culto, a la que incluso perteneció también Roberto Bolaño, el chileno-mexicano, antes de fallecer, para ser hiper-publicitado por todas las editoriales del continente.

A Virgilio Piñera lo conocí por boca de algunos escritores, compatriotas suyos, en un viaje que realicé a Santiago hace algunos años. Gracias a la recomendación, me decidí a conseguir un libro del narrador cubano. Así fue como me hice de un ejemplar  de Cuentos Completos, una antología del género a cargo de Editorial Letras Cubanas, que incluye, en adición, un prólogo de Antón Arrufat. Debo enfatizar que inicié la lectura de los cuentos de Piñera, con ese necio escepticismo que adoptamos frente a los nombres que no encajan en el círculo de los famosos. Pero apenas pude leer cinco o seis textos de Piñera, me di cuenta (y no exagero al respecto) que me encontraba ante el escritor de corte más kafkiano que hubiera aparecido jamás en América Latina. Definir el estilo de Virgilio Piñera resultaría sumamente incómodo; pues si algo lo caracteriza es la originalidad; la independencia casi absoluta de realismo o de realismo mágico que estaban de moda durante el boom latino del siglo XX. En oposición a estas corrientes, el autor prefirió amurallarse en su propio castillo, en una fortaleza de temores, sensaciones, sueños y pesadillas. El mundo de Piñera es único e ilimitado, conformado por una extensa cantidad de textos donde la historia parece iniciar de manera casual, resolverse en una especie de parábola; para terminar sumergida en un contexto onírico o surrealista, que no deja, sin embargo, de mantener el interés o el sentido de la historia. También escribió teatro, y una Poesía amarga de contundente lucidez.

Virgilio Piñera Llera (Premio Casa de las Américas en 1968), nació en la ciudad de Cárdenas, Matanzas, en el año de 1912; y murió en la Habana en el año de 1979. Trabajó en algunos diarios y revistas literarias de la isla caribeña; y viajó a Argentina, con la idea de radicar allí, y de fundar una revista literaria. Sin embargo, la nostalgia por su patria lo venció, y regresó a Cuba para colaborar en la revista Ciclón, y posteriormente para dirigir la revista Lunes de Revolución; al lado de otro gran e irreverente literato cubano: Guillermo Cabrera Infante. Pero estas incursiones editoriales de Piñera eran apenas de un interés transitorio; pues consideraba que un escritor no debía ser absorbido por las etiquetas y las ceremonias. En un actitud contracultural, tal vez acentuada por su propia condición homosexual tan perseguida en la Cuba de aquéllos años, decidió mantenerse al margen. Fue marginal durante el periodo anterior a Castro; y se mantuvo marginal una vez que la Revolución iniciada por el Granma llegó a término. Su incorregible indisciplina social bien podría medirse mediante el siguiente incidente, a manera de termómetro: en Argentina, el mismo Borges le pidió su cuento El Señor Ministro, para publicarlo en la revista Anales de Buenos Aires. Piñera, en un acto de franqueza casi descortés, algunos números más tarde y en un espacio de la propia revista, definiría la literatura argentina de la época como enferma de “tantalismo”, distante del mundo y encerrada en “un orbe metafísico gratuito”. De esta manera, Piñera aceptaba la ruptura con un grupo que hubiera resultado provechoso, considerando la trascendencia que Borges empezaba a cobrar en la Sudamérica de 1946. Así de existencial era el autor cubano. Su carácter huraño; su palidez fantasmal, la eterna sombrilla al brazo, y esa etérea discreción con la que se desenvolvía en el círculo artístico, lo definieron siempre como un personaje, pero también como un tipo íntegro y congruente.

Para analizar la extrañeza y genialidad en la obra de Piñera, bastará citar la trama de dos de sus historias, que si bien pueden fallar en algunos de sus apoyos técnicos        -Piñera no podría preciarse de una pulcritud intachable-, no dejan de maravillar por la profundidad de sus temas, y por la poderosísima imaginación que los genera:

1. En El Caramelo, un tipo sube a la guagua cerca de un lugar llamado el Ten Cents. Más adelante, a la guagua sube una pareja de personajes muy extraños: una abuela y un niño, pequeño, su nieto; quienes en medio de un aguacero torrencial, le suplican –casi obligan- a una chica en la guagua, a probar un caramelo. La chica, que manifiesta alguna resistencia inicial, decide probar el caramelo. En ese momento, la chica cae muerta, de manera fulminante, sobre el respaldo del asiento de enfrente. Nadie sabe si se trata de un asesinato premeditado, o únicamente de una muerte natural acontecida en el peor momento. Mientras los hechos se desarrollan de manera extraña, un policía sube a la guagua para aclarar el misterio. La abuela y el nieto duermen plácidos, emitiendo sonoros ronquidos. El niño está cubierto con la manta de la abuela. Cuando el policía le pide a la abuela que descubra a su nieto; ella perjura que no viene acompañada de ningún niño; ante la insistencia, la abuela descubre el bulto bajo la manta, y entones, en lugar del nieto, aparece un cochinito de febriles ojos negros…

2. El filántropo es un cuento excelente, contado a la manera de las semi-parábolas enrarecidas de Franz Kafka, pero con el evidentísimo dejo de nostalgia caribeño. En esta historia, un hombre se acerca a un filántropo, debido a un apuro económico, para pedirle un préstamo de mil pesos. Coco, el millonario filántropo le asegura que no sólo le prestará mil pesos, sino un millón de pesos. La condición: escribir el mismo número de veces la frase: Coco, yo quiero un millón. Después de alguna oposición, al personaje le parece una empresa asequible, que no le llevaría más allá de dos años de su vida. Pero mientras se dedica a escribir la frase diariamente, se da cuenta de que no es el único que fue encomendado para tal empresa; y que la misión requiere de mayores sacrificios de los que se planteó en un inicio.

Virgilio Piñera  es un autor que maneja muy bien las sensaciones. En todas sus historias parece existir un dejo de temporalidad y espacio muy característicos. Los lugares, los olores, y los sabores parecen percibirse a través de sus páginas. Piñera es sin duda, un escritor que debe leerse, si se quiere establecer un mapa literario más amplio de la literatura en  América Latina. Piñera escribió ensayo, poesía, cuento y teatro. Entres sus títulos destacan: Cuentos fríos; El que vino a salvarme, Un fogonazo, Las furias, Electra Garrigó y Muecas para escribientes, entre otros tantos. Les recomendamos ampliamente conseguir literatura de Piñera, para adentrarse en la profundidad y extrañeza de su mundo. Y para no dejarlos con la tentación de conocer un poco más de sus letras, aquí les dejamos con tres de sus cuentos y uno de sus poemas, para que los disfruten. Bon apetit:




En el insomnio (Cuento)

El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.


El infierno (Cuento)

Cuando somos niños, el Infierno es nada más que el nombre del diablo puesto en la boca de nuestros padres. Después, esa noción se complica, y entonces nos revolcamos en el lecho, en las interminables noches de la adolescencia, tratando de apagar las llamas que nos queman, ¡las llamas de la imaginación! Más tarde, cuando ya no nos miramos en los espejos porque nuestras caras empiezan a parecerse a la del diablo, la noción del Infierno se resuelve en un temor intelectual, de manera que para escapar a tanta angustia nos ponemos a describirlo. Ya en la vejez, el Infierno se encuentra tan a mano que lo aceptamos como un mal necesario y hasta dejamos ver nuestra ansiedad por sufrirlo. Más tarde aún (y ahora sí estamos en sus llamas), mientras nos quemamos, empezamos a entrever que acaso podríamos aclimatarnos. Pasados mil años, un diablo nos pregunta con cara de circunstancia si sufrimos todavía. Le contestamos que la parte de rutina es mucho mayor que la parte de sufrimiento. Por fin llega el día en que podríamos abandonar el Infierno, pero enérgicamente rechazamos tal ofrecimiento, pues, ¿quien renuncia a una querida costumbre?


Natación (Cuento)

He aprendido a nadar en seco. Resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogando de antemano. También se evita que tengan que pescarnos a la luz de un farol o en la claridad deslumbrante de un hermoso día. Por último, la ausencia de agua evitará que nos hinchemos.
No voy a negar que nadar en seco tiene algo de agónico. A primera vista se pensaría en los estertores de la muerte. Sin embargo, eso tiene de distinto con ella: que al par que se agoniza uno está bien vivo, bien alerta, escuchando la música que entra por la ventana y mirando el gusano que se arrastra por el suelo.
Al principio mis amigos censuraron esta decisión. Se hurtaban a mis miradas y sollozaban en los rincones. Felizmente, ya pasó la crisis. Ahora saben que me siento cómodo nadando en seco. De vez en cuando hundo mis manos en las lozas de mármol y les entrego un pececillo que atrapo en las profundidades submarinas.

La isla en peso (Poesía)


La maldita circunstancia del agua por todas partes
me obliga a sentarme en la mesa del café.
Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer
hubiera podido dormir a pierna suelta.
Mientras los muchachos se despojaban de sus ropas para nadar
doce personas morían en un cuarto por compresión.
Cuando a la madrugada la pordiosera resbala en el agua
en el preciso momento en que se lava uno de sus pezones
me acostumbro al hedor del puerto
me acostumbro a la misma mujer que invariablemente masturba,
noche tras noche, al soldado de guardia en medio del sueño de los peces.
Una taza de café no puede alejar mi idea fija,
en otro tiempo yo vivía adánicamente.
¿Qué trajo la metamorfosis?
[...]
Todo un pueblo puede morir de luz como morir de peste.
Al mediodía el monte se puebla de hamacas invisibles,
y echados, los hombres semejan hojas a la deriva sobre aguas metálicas.
En esta hora nadie sabría pronunciar el nombre más querido,
ni levantar una mano para acariciar un seno;
en esta hora del cáncer un extranjero llegado de playas remotas
preguntaría inútilmente qué proyectos tenemos
o cuántos hombres mueren de enfermedades tropicales en esta isla.
Nadie lo escucharía: las palmas de las manos vueltas hacia arriba,
los oídos obturados por el tapón de la somnolencia,
los poros tapiados con la cera de un fastidio elegante
y de la mortal deglución de las glorias pasadas.
¿Dónde encontrar en este cielo sin nubes el trueno
cuyo estampido raje, de arriba a abajo, el tímpano de los durmientes?
¿Qué concha paleolítica reventaría con su bronco cuerno
el tímpano de los durmientes?
Los hombres-conchas, los hombres-macaos, los hombres-túneles.
¡Pueblo mío, tan joven, no sabes ordenar!
¡Pueblo mío, divinamente retórico, no sabes relatar!
Como la luz o la infancia aún no tienes un rostro.
[...]
No queremos potencias celestiales sino potencias terrestres,
que la tierra nos ampare, que nos ampare el deseo,
felizmente no llevamos el cielo en la masa de la sangre,
sólo sentimos su realidad física
por la comunicación de la lluvia al golpear nuestras cabezas.
Bajo la lluvia, bajo el olor, bajo todo lo que es una realidad,
un pueblo se hace y se deshace dejando los testimonios:
un velorio, un guateque, una mano, un crimen,
revueltos, confundidos, fundidos en la resaca perpetua,
haciendo leves saludos, enseñando los dientes, golpeando sus riñones,
un pueblo desciende resuelto en enormes postas de abono,
sintiendo cómo el agua lo rodea por todas partes,
más abajo, más abajo, y el mar picando en sus espaldas;
un pueblo permanece junto a su bestia en la hora de partir,
aullando en el mar, devorando frutas, sacrificando animales,
siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla;
el peso de una isla en el amor de un pueblo.