sábado, 2 de julio de 2011

Javier Sicilia, Carlos Esquivel y Raúl Sosa, en Juguete Barroco


Una postal, apenas, de Javier Sicilia

Si bien Javier Sicilia ha sido tema de actualidad, por la efervescente actividad política y de incon-
formidad que se ha generado en torno a su persona; si bien los reflectores se hallan ahora dando
seguimiento al caso abierto sobre la muerte de su hijo, ocurrida de manera reciente; en Juguete
Barroco, en cambio, hemos decidido abordar su persona desde una perspectiva literaria, ajena a
tal entorno, hasta donde esto pueda ser posible. 

Javier Sicilia es, sin duda, uno de los mejores poetas de México de las últimas décadas. Su lenguaje
directo, la implacable sinceridad de sus emociones; los recursos de la repetición que se internan
en los umbrales reflexivos y del desconcierto; hacen de este escritor mexicano un referente de
las letras modernas de nuestro país. En Juguete Barroco, es un honor publicar uno de sus
poemas, para muestra del talento del Maestro Sicilia. La consigna de esta publicación es
demostrar que, ajena a la labor social que este escritor realiza, de proporciones invaluables;
el poeta debe juzgarse, en principio, por la propia obra. Disfruten el poema del infatigable Sicilia.


El sobreviviente

Javier Sicilia

Toda ausencia es atroz
y, sin embargo, habita como un hueco que viene de los muertos,
de las blancas raíces del pasado.
¿Hacia dónde volverse?;
¿hacia Dios, el ausente del mundo de los hombres?;
¿hacia ellos, que lo han interpretado hasta vaciarlo?
¿Hacia dónde volverse que no revele el hueco,
el vacío insondable de la ausencia?
Hacia ellos, los muertos, que guardan la memoria
y saben que no estamos contentos en un mundo interpretado.

Mas las sombras, las sombras que la interpretación provoca
y nos separa de ellos,
las sombras con su viento todo lleno de la abierta ventana hacia el espacio,
las sombras donde no hay anunciación
trabajan nuestro hueco.
¿Será que ya no hay nada atrás de ellas,
o el oscuro dolor por nuestros muertos
–como el amanecer que empieza a medianoche,
a la hora más oscura de la noche–
anuncia su retorno en el sigilo?
¿No es tiempo de encontrarlos nuevamente
donde nada parece retenerlos,
así el roshi descubre el todo en el vacío que no contiene nada?

Tal vez sí, porque sus voces vienen de lo oscuro,
de su vacío vienen
como un rumor de río en un riachuelo,
como un dulce reclamo imperceptible,
como una tenue estrella entre las sombras
vienen sus voces, vienen desde lejos.

Óyelas, corazón, como sólo los monjes sabían escucharlas
atendiendo en el rezo su incesante llamado
con los pies en la tierra.
Así los escuchaban,
escuchando el arriba y el abajo,
preservando en sus tumbas el suelo que habitaron con nosotros.

No es así que tú puedes escucharlos en el espacio en sombras
de un mundo interpretado.

Pero escucha la queja de lo Abierto,
el mensaje incesante, esa advertencia que viene desde lejos,
ese rumor tan suave que casi nadie escucha
y llega a ti de todas las iglesias,
como si en esas piedras, que guardan la memoria de los muertos,
habitara la llama de su estar con nosotros,
de su sola presencia en la resurrección
y descorriera un poco nuestras sombras.
Porque es difícil vivir en un mundo sin ellos,
difícil no sentir a nuestros muertos alimentando las obras de los hombres;
difícil no seguir sus costumbres, que apenas conocimos;
difícil habitar en las sombras
como un alucinado que repentinamente recobra la memoria
para luego volver a su intemperie;
difícil ver aquello que los hacía nuestros flotar en el espacio y diluirse.
Estar vivo es penoso,
y nosotros, nosotros, que los necesitamos con sus graves secretos,
nosotros, que sabemos que no podrán volver a un mundo interpretado,
a veces escuchamos, como un ligero viento, ascender de las sombras
la música primera
que forzando la nada trajo a Eurídice al mundo;
una nota tan tenue, tan pura como el Cirio
que promete su vuelta en medio de las sombras
y nos trae el consuelo.


Las Marsellesas de Carlos Esquivel

La Poesía de Carlos Esquivel Guerra (poeta cubano originario de las Tunas, una provincia
cercana la ciudad de Santiago),  se caracteriza por un eclecticismo refinado y posmoderno.
Autor de más de una decena de libros, el lenguaje de Carlos Esquivel es capaz de proponer un
viaje extenso; desde la sutileza y el erotismo, que de manera suave deslizan sus letras sobre el
papel, a la manera de las mejores tradiciones francesas; hasta la emoción directa, incluso
coloquial, que la acerca más a un estilo posmoderno. Esquivel ha leído autores de todas las
latitudes y de todas las nacionalidades (rusos, checoslovacos, cubanos, mexicanos, colom-
bianos); y, en torno a dichas lecturas, ha aprendido a construir una voz propia, que, desde
hace ya muchos años, empieza a tener eco en las mismas latitudes que le han influido. Una
voz de sumo interés, una voz culta, que no se regodea en un preciosismo inútil. Una voz
cultivada que, de manera directa, nos recuerda el deber de la poética contemporánea:
trabajar con la tradición y las vanguardias, para construir un lenguaje  lleno de metáforas
deliciosas, literarias; que no olvida nunca la función lúdica de su propia esencia. Carlos 
Esquivel es un poeta que recomendamos seguir muy de cerca. Para muestra, basten estos
dos botones:

Las Marsellesas

Colette espera a sus amantes en la calle Soufflot. Sólo bebe agua con ellas, se deja hacer el
amor, o lo hace, y después lee a Yvonne de Bremond. Yvonne canturrea y bebe en algún
recoveco de Saint Anne: vino gratis que le pagan las Femmes damnées, imitadoras de coristas.
Luego va a casa, se masturba, y lee a Colette. Colette sueña con Yvonne. Yvonne sueña con
Colette. Pero han querido apuñalarse algunas veces, intercambian poemas airados, y en las
cartas a otras amigas pronuncian con suplicio o consternación el nombre de la otra. Sin
embargo, Colette hace el amor, o le hacen el amor, y después lee a Yvonne, e Yvonne se
masturba y más tarde lee a Colette.
Una cena con la mujer del filisteo


Murallas sobre el lago rústico de Jerusalén,
allí David apacienta las vacas de los amoritas,
allí cocinas el roasbeef del hambre,
unos setos,
la espiga del pez fresco, la aceituna de Astarté,
todo es en la brasa: aliméntame.
Allí soy llamado, así testifico y crezco,
con picotear sobre las tumbas
la forma de un ángel:
los que no tienen cuerpo,
los que no te soñaron.
Allí David dispara contra filisteos,
allí cocinas la col lombarda,
el alcuzcuz de cebada casi pareado
por la que está sola, a orillas de ti,
la que fermenta y te reconoce
en la piel de ostra,
en la sopa en salmuera:
aliméntame.
Sin que cambiemos un gramo de la Historia,
sin que los filisteos dejen de ser los filisteos,
sin que David deje de ser David.

(Del libro Tríptico del desierto, 2009.)

CARLOS A. ESQUIVEL GUERRA
(Elia, Las Tunas, Cuba, 1967). Miembro de la UNEAC (Unión Nacional de Artistas y Escritores de
Cuba) En el año 2005 obtuvo el premio Iberoamericano de la Décima “Cucalambé”. En el 2006 logró
el premio Jara Carrillo (Poesía, España) y fue finalista del Desiderio Macías Silva (México) y el Casa de
las Américas (Cuba). Ha sido premiado además por La Gaceta de Cuba, el José María Heredia, Hermanos
Loynaz, Periódico Trabajadores, Oriente, Manuel Cofiño, y Regino E. Boti, entre otros. Textos suyos
aparecen en revistas de varios países iberoamericanos, y en antologías realizadas en Canadá, España, Italia,
México, Estados Unidos, Argentina, Puerto Rico, Australia y Cuba. Es autor de los libros: Perros
Ladrándole a Dios (poesía, Premio a la mejor Ópera Prima del año en el país), Fuera del círculo
(poesía, 2002), Balada de los Perros oscuros (poesía, 2001),Tren de Oriente (México, poesía,
2001), Los animales del cuerpo (cuento, 2001), Los epigramas malditos (poesía, 2001), Una ventana
al cielo (cuento, 2002), La Isla imposible y otras mujeres (cuento, 2002), El boulevard de los
Capuchinos (poesía, 2003), entre otros muchos más.
Contacto: colombia@tunet.cult.cu, perrodeisla@yahoo.com



El desasosiego de Raúl Sosa
´
Infatigable, inquieto y curioso, Raúl Sosa, un verdadero Uru-mex (como gustan de llamar hoy
día a los artistas nacidos en Uruguay, que radican desde hace años en nuestro país), se ha
internado en diferentes disciplinas artísticas, a manera de exploración y autoconocimiento.
De esta forma, ha ahondado en los terrenos de la Escultura y la Literatura. En el terreno
escultórico, ha conseguido trabajar la cerámica de una forma magistral, dotándola del encanto
poético que imprime,utilizando textos, sobre su obra.

Sosa es admirador profundo de las letras portuguesas y del Brasil. Así, se ha declarado un
adicto pessoano, y es un admirador ferviente de poetas como Mario Quintana y Carlos Drummond
de Andrade; así como de poetisas y escritoras de inmensa labor intelectual, como Cecilia
Meireles, Clarice Lispector, e Idea Vilariño, entre otros muchos nombres. Siendo tan cercano
a los autores citados, ha aprendido el idioma portugués y lo maneja de manera profesional. A
sus múltiples inquietudes, podemos agregar el oficio de traductor.

Y como seguir hablando de Raúl sería perseguirlo en su actividad desenfrenada y
creativa, hemos decidido sólo publicar tres de sus textos; el primero de ellos, una traducción
de la prosa de Clarice Lispector, en voz de Sosa; los dos últimos, poemas de su propia
autoría. Vayamos entonces hacia el desasosiego absoluto de Raúl Sosa.




Un hombre público                              


Clarice Lispector


¿Hasta que punto habrá sido comprensible para él mismo su propio acto? Apenas puedo imaginarme su desaparición solitaria. Cuando un acto irracional provoca un monstruoso eco, el hombre se siente probablemente casi inocente frente a lo que su grito provocó. De vibración en vibración,  al inicio de la avalancha. En verdad ni él mismo sabe, tal vez nunca sepa, porque ya se ahogó bajo los pretextos.  Él fue “personal”, lo que es criminal en un hombre público. El sacrificio de un líder, de un santo o de un artista, (quienes llegaron a eso que son, exactamente por haber sido personales), es el de no serlo más. La cruz de un hombre es olvidarse de su propio dolor. Y es en ese olvidarse, que sucede entonces el hecho más esencialmente humano, ese que hace de un hombre la humanidad: el dolor propio adquiere una vastedad en que todos los otros caben y donde se abrigan , son comprendidos, por lo que hay de amor en la renuncia del dolor propio, los casi muertos se levantan. El verdadero sentido de Cristo sería la  imitación de Cristo. El propio Cristo fue la imitación de Cristo.
    Brasil entero podría haber subido a través del sufrimiento de ese hombre, a través de lo que él en si mismo sabía sobre el miedo, sobre la ambición, y sobre la propia tendencia al desatino. Así como el trascender las ganas de matar, está en el, hecho de conocer ese abismo,   e impedir que los otros maten. Pero  ese hombre público se restringió a si mismo. De la grandeza de  los defectos humanos, él hizo defectos pequeños. Criminal por pequeñez. Era un hombre para ser ayudado, no que pudiera ayudar.

(Versión de Raúl Sosa)


Vuela                                                                                                 

Nace como del aire                                                                          
               Densidad le da al aire
           Con su vuelo
           Profundidad de campo
              Piensa quien quiere                                                  
                   En foto congelar ese aliento.
                     No habrá enfoque eficaz
                        Ni disparo certero
                              Que pueda detenerlo.
                                 Milagro sutil y sistemático
                                   Tenaz evanescencia.

                                       Ligera lanzadera                                                     
                                        Que se teje y desteje
                                           Destiñéndose en el difuso añil
                                             Del cielo.
                                               Suave impulso de pluma
                                             Que se mece,
                                           Se pierde tras la nube,
                                        Se desvanece.
                                     Se pierde sin encontrarse.
                                   Ignorado destino lo convoca.
                                   En apariencia libre
                                 Condenada a volar
                                   Su existencia
                                    Como a la mente humana
                                      Lo definen sus alas
                                         Teniendo al infinito
                                           Como marco
                                             Si acaso se posa en esa rama, (efímero momento)
                                            De inquietud luce herido
                                          Ni el doble apoyo
                                         Ni la humilde sombra que recibe
                                        Llega  a mitigar su estado:
                                       ¿Desasosiego?
                                         Desasosiego eterno.


En la azotea de Alcides
En lo alto y tocando raíces. Respirando gratos aires marinos, que vienen del río ancho como mar.
Constato la alegría de desconectar y disfrutar.
La importancia de compartir.
El lugar: esa azotea y la tentación una vez más de pertenecer.
Esos otros soy yo mismo también.
Podría llegar a serlo.
Podría llegar si me animara.
De hecho lo estoy siendo en este exacto momento en que el cometa no pasa y lo esperamos. Y todos miramos al cielo, expectantes, anhelantes, como si realmente creyéramos acaso que ese esperado paso fugaz del celestial cuerpo, fuera a modificar nuestra existencia. Pero el cometa no llega.
Quién sabe como miren los otros al cielo.
Yo sé que lo miro como propio y ajeno.
Igual que a éste suelo chatito.
El cielo es el mismo claro, y es otro.
Es diáfano y limpio, aunque sea de noche.
Avanzada noche.
Pasan nubes ligeras. Se mimetizan en trazos.
Se deshacen al paso de la brisa.
Dibujo de la  nube, como graffiti efímero.
Así nuestra espera es un  pretexto más para estar. Acaba deshaciéndose la nube por el viento, nuestra espera por el sueño. Olvidamos la espera cuando vemos que el tal cometa no llega.
Nos deja allí algo inermes, preparados para su arribo, pero ya sin esperanzas.
Tal vez más unidos que antes, tan bobamente humanos, tan tiernamente solidarios.
Y en definitiva algo menos solitarios.

Montevideo Uruguay

Contacto con Raúl Sosa: